Stephen Hawking en silla de ruedas dando una conferencia. Científico hablando en un evento público.

¿Quién fue Stephen Hawking? Vida, logros y legado del genio de la física

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Stephen Hawking fue mucho más que un físico teórico británico; fue un símbolo de lucha, inteligencia y superación. Nació en Oxford en 1942, el mismo día en que se conmemoraban 300 años de la muerte de Galileo Galilei. Desde joven, demostró un talento fuera de lo común para las ciencias, y tras finalizar la secundaria, ingresó al University College de Oxford, donde se licenció en física y matemáticas en 1962.

A los 21 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), también conocida como el mal de Lou Gehrig. Una enfermedad degenerativa que le fue robando poco a poco el control de su cuerpo, pero jamás su mente. A pesar de este golpe, Hawking no se rindió. Al contrario, desafió todas las expectativas médicas y vivió varias décadas más, dejando una huella imborrable en el mundo científico y en la cultura popular.

Su vida fue una mezcla asombrosa de genialidad científica, humor británico y tenacidad absoluta. En una época en la que parecía que ya lo habíamos descubierto todo sobre el universo, Hawking nos recordó que aún quedaban muchísimos misterios por resolver. Su trabajo sobre los agujeros negros, la relatividad y la cosmología cuántica revolucionó nuestro entendimiento del cosmos.

Stephen fue, sin dudas, el científico más reconocido desde Albert Einstein, y supo inspirar a generaciones enteras. Su historia no solo habla de ciencia, sino también de resiliencia, pasión y del infinito poder del conocimiento.

Stephen Hawking en blanco y negro en su silla de ruedas. Retrato de científico discapacitado.

Todo cambió en 1963, cuando Stephen Hawking sufrió una caída mientras patinaba sobre hielo. Le costó levantarse y no fue una simple torcedura: le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad neuromuscular degenerativa. Los médicos le dieron apenas unos años de vida… pero Hawking desafió el pronóstico y siguió adelante. A pesar de sus crecientes limitaciones físicas, su actividad intelectual no solo se mantuvo, sino que se disparó.

Ya había comenzado su doctorado en física teórica en el Trinity Hall de Cambridge, y aunque quiso trabajar con el famoso Fred Hoyle, fue rechazado. Años más tarde reconoció que fue una bendición disfrazada: si lo hubieran aceptado, habría tenido que defender la teoría del estado estacionario, desacreditada tras descubrirse la radiación de fondo de microondas en 1965.

En medio de todo, también hubo espacio para el amor. Se casó en 1965 con Jane Wayline, con quien tuvo tres hijos. Vivieron juntos casi 25 años antes de separarse en 1990. Luego, Stephen comenzó una relación con Elaine Mason, una de sus enfermeras, y se casaron en 1995. Esta unión duró hasta 2007.

En 1966 obtuvo su título de doctor. Su obsesión por entender el origen del universo lo llevó a estudiar temas complejos como la relatividad general y los agujeros negros, concepto desarrollado por Robert Oppenheimer. Así comenzó su camino para convertirse en una de las mentes más brillantes del siglo XX.

Stephen Hawking y su esposa Jane en su boda. Foto antigua de boda del científico.

Stephen Hawking no solo fue famoso por su carisma y superación personal, también lo fue por su mente brillante. Al igual que Albert Einstein, se propuso uno de los mayores retos en la historia de la ciencia: unificar la relatividad general y la mecánica cuántica. En otras palabras, quería una teoría que explicara tanto el universo gigantesco como el extraño mundo subatómico. Y no estaba tan lejos.

En 1971, lanzó una idea fascinante: que después del Big Bang podrían haberse formado miles de miniagujeros negros. ¿Cómo serían? Pues con una masa enorme, como de mil millones de toneladas, pero ocupando el espacio de un simple protón. Eso generaría campos gravitatorios descomunales, y justo ahí es donde entraba la relatividad.

Pero Hawking no se detuvo ahí. En 1974, usó las leyes de la física cuántica para darle un buen sacudón a lo que creíamos saber sobre los agujeros negros. Hasta entonces, se pensaba que eran cuerpos que no emitían nada, ni siquiera luz. Pero él propuso que sí: que los agujeros negros emiten radiación térmica y que, con el tiempo, se evaporan y desaparecen. A este fenómeno se lo bautizó como radiación de Hawking, y cambió radicalmente cómo los científicos entendían estos monstruos del espacio.

Con esto, Hawking logró lo que parecía imposible: mezclar la relatividad con la cuántica, al menos por un momento. Un paso gigante en el sueño de una teoría del todo.

"Retrato de Stephen Hawking en su silla de ruedas. El físico y cosmólogo británico sonríe con gafas redondas y camisa azul. Imagen accesible y optimizada para SEO."

En 1974, Stephen Hawking fue nombrado miembro de la Royal Society, y unos años después, en 1980, se le concedió nada menos que la cátedra lucasiana de matemáticas en Cambridge, la misma que ocupó Isaac Newton en 1663. Desde ahí continuó revolucionando el mundo de la física hasta su retiro en 2009. Mientras acumulaba premios y reconocimientos internacionales, su salud seguía deteriorándose por culpa de la esclerosis lateral amiotrófica. Primero perdió la movilidad en las extremidades, luego casi en todo el cuerpo, y en 1985 una neumonía le obligó a someterse a una traqueotomía que le quitó el habla. Pero ni eso logró detenerlo.

Desde entonces, se comunicaba gracias a un sintetizador de voz que manejaba moviendo apenas un músculo debajo del ojo. Con esa herramienta escribió siete libros más, dio conferencias y publicó investigaciones. Un verdadero ejemplo de tenacidad y pasión por el conocimiento.

Lo curioso es que, a pesar de tener tantas limitaciones para expresarse, Hawking se convirtió en uno de los grandes divulgadores científicos del siglo XX. Mientras muchos científicos se encerraban en sus laboratorios, él se preocupó por llevar la ciencia a todos los públicos. En su visita a España en 1989, al recibir el Premio Príncipe de Asturias, destacó lo importante que es que la gente entienda los avances científicos, para que no todo quede en manos de los expertos.

Stephen no solo quería entender el universo, quería que todos pudiéramos hacerlo también. Y eso, quizás, fue su mayor logro.

Stephen Hawking sonriendo en su silla de ruedas. Retrato de científico famoso.

Ese fue justamente el mensaje que Stephen Hawking quiso transmitir en uno de sus libros más famosos: Historia del tiempo: del big bang a los agujeros negros (1988). Esta obra fue un auténtico fenómeno editorial: traducida a 37 idiomas y con más de 20 millones de copias vendidas. Pero lo más increíble es que, aunque trata temas complejísimos, está escrita para que cualquiera pueda entenderla. Hawking logró un equilibrio difícil: evitó las fórmulas matemáticas sin sacrificar el rigor científico.

En el libro, hace un recorrido por las principales ideas de la cosmología moderna, desde el big bang y la expansión del universo hasta los descubrimientos más recientes de la física de partículas. Es decir, te explica qué es la materia, cómo funciona el universo y cuáles son las fuerzas fundamentales que lo rigen… sin que te explote la cabeza (bueno, casi).

Una de las cosas más fascinantes es cómo conecta dos ramas del conocimiento: lo muy grande (el universo) y lo muy pequeño (las partículas). Esa fusión ha dado origen a una nueva rama: la astrofísica de partículas.

Pero Hawking no se queda ahí. También habla de los agujeros negros, del origen del universo y, ojo, de su posible final. Incluso se atreve con preguntas existenciales, como el papel de Dios en la creación. Ahí abandona por un momento la ciencia pura y se mete en el terreno de la especulación filosófica. Porque, al final, entender el universo también implica preguntarse por el sentido de todo.

"Stephen Hawking en su silla de ruedas frente a una pizarra llena de fórmulas. El físico teórico y cosmólogo posa con un fondo científico. Imagen accesible para personas con discapacidad visual y optimizada para SEO."

Después del éxito de Historia del tiempo, Stephen Hawking no bajó el ritmo. Al contrario, siguió escribiendo libros con un enfoque aún más divulgativo, tratando de acercar los misterios del cosmos al gran público. Entre ellos destacan Agujeros negros y pequeños universos (1994), El universo en una cáscara de nuez (2002) y El gran diseño (2010). Todos comparten el mismo objetivo: explicar grandes conceptos científicos sin necesidad de tener un doctorado en física para entenderlos. Con humor, claridad y hasta algunas ilustraciones, Hawking lograba que temas como la naturaleza del tiempo, los universos paralelos o la gravedad cuántica fueran al menos un poco más digeribles.

Ahora bien, para quienes no temen sumergirse en lo más profundo de la física teórica, Hawking también tiene una bibliografía especializada bastante robusta. Por ejemplo, en The Large Scale Structure of Space-Time (1973), escrito junto a G.F.R. Ellis, analiza cómo se estructura el espacio-tiempo a gran escala. En Superspace and Supergravity (1981) y The Very Early Universe (1983), explora cuestiones más técnicas, como los modelos del universo primitivo y las conexiones entre gravedad y mecánica cuántica.

Una constante en sus obras fue su obsesión por entender los agujeros negros: cómo funcionan, por qué emiten radiación, y qué relación tienen con la termodinámica. En definitiva, tanto en sus libros más accesibles como en los más complejos, Hawking mostró que la ciencia también puede ser emocionante, sorprendente… y hasta poética.

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"Stephen Hawking en silla de ruedas frente a representaciones de la Tierra y otro planeta. Imagen del astrofísico y divulgador científico con fondos espaciales. Accesible para personas con discapacidad visual y optimizada para SEO."

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