¿Cuál es la carrera más larga del mundo?
La Self-Transcendence 3100 Mile Race es la carrera más larga del mundo, con una distancia impresionante de 5.000 km, que equivale a un recorrido de 5.649 vueltas a un pequeño circuito en Queens, Nueva York. Este desafío, que pone a prueba tanto la resistencia física como mental, ha sido conquistado por el corredor Ashprihanal Aalto, quien logró completar la carrera en un tiempo récord de 40 días, 9 horas, 6 minutos y 21 segundos.
Imagina recorrer la distancia entre Nueva York y San Francisco, pero en lugar de atravesar paisajes variados, corres alrededor de un vecindario, ¡y lo haces durante 18 horas al día! El esfuerzo es monumental, pero ¿qué mantiene a los participantes motivados?
Aalto comenta: “Llevo haciendo esto muchos años. Ir por más es parte de la carrera, como cuando vas a trabajar todos los días. Te comprometes a hacerlo, así que simplemente sigues adelante.”
Durante este increíble reto, Aalto también comparte que perdió 2 kg antes de empezar, pero que se mantuvo estable en su peso durante la carrera. Se alimentó principalmente de batidos altos en calorías, proteínas y barritas de chocolate, esenciales para mantener su energía durante el agotador recorrido.
En cuanto al equipo, Aalto utilizó ocho pares de zapatillas deportivas. La dureza del hormigón desgasta rápidamente los talones, por lo que necesitaba un par nuevo cada 800 km.
¿Te atreverías a correr una carrera tan extrema? Sin duda, este desafío demuestra hasta dónde puede llegar la resiliencia humana.

¿Por qué el fuego se apaga con el agua?
El fuego necesita tres elementos para existir: combustible, oxígeno y calor. Si uno de estos desaparece, el fuego se extinguirá. El agua apaga el fuego porque absorbe el calor necesario para que el fuego siga ardiendo.
Cuando ponemos una tetera al fuego, primero el agua está fría y líquida. Con el tiempo, se calienta hasta que comienza a hervir, liberando vapor de agua. Este vapor indica que el agua ha pasado del estado líquido al gaseoso, absorbiendo calor en el proceso. Si no apagamos el fuego y dejamos que el agua se evapore por completo, la tetera quedaría seca, y el metal podría llegar a fundirse debido al calor extremo.
Este proceso nos lleva a entender cómo el agua apaga el fuego. Al absorber calor, el agua se convierte en vapor, y este vapor de agua actúa como un agente que interrumpe la reacción entre el combustible y el oxígeno, que es la base del fuego.
Los tres elementos del fuego:
Combustible: Las sustancias que arden a diferentes temperaturas. Algunos, como la gasolina, requieren poco calor, mientras que otros necesitan más temperatura para arder.
Oxígeno: El oxígeno es necesario para que el fuego se produzca, ya que las sustancias reaccionan rápidamente con él durante la combustión.
Calor: Es el factor que permite que el fuego inicie y continúe. Sin calor suficiente, el combustible no podrá reaccionar con el oxígeno.
Cuando se lanza agua al fuego, esta absorbe el calor necesario para que el fuego siga ardiendo. Al pasar del estado líquido al gaseoso, el agua forma vapor, que disminuye la temperatura y dispersa el oxígeno del entorno. De este modo, se interrumpe la reacción y el fuego se apaga.
En espacios cerrados, el vapor ocupa mucho más espacio que el agua líquida (al expandirse hasta 1.700 veces su volumen), lo que hace que el oxígeno se desplace y el fuego se extinga.
En resumen, el agua apaga el fuego al absorber el calor necesario para mantener la reacción de combustión, reduciendo la temperatura y desplazando el oxígeno, lo que impide que el fuego continúe.

¿Por qué a veces nos quedamos mirando un punto fijo?
Seguramente alguna vez te has quedado mirando fijamente un punto sin saber cómo ni por qué, con la mente en blanco. Ese estado de aparente desconexión es lo que conocemos como «estar en Babia», y ocurre por dos razones principales.
Aburrimiento: Cuando estamos en momentos de gran aburrimiento, sin pensar en nada o sin hacer nada, nuestra mente tiende a desconectarse. Es una especie de escape mental para salir de la rutina o de la falta de estimulación, lo que provoca que nuestra mirada se pierda en un punto fijo.
Sobrecarga mental: En ocasiones, cuando tenemos la mente sobrecargada con problemas, proyectos o ideas por resolver, nuestro cerebro necesita un descanso mental. Al no poder procesar toda la información, se abstrae del mundo exterior para intentar encontrar soluciones de manera más relajada. Esta sobrecarga de pensamientos puede hacer que nos quedemos mirando al vacío sin darnos cuenta, buscando una respuesta en nuestro subconsciente.
Estos momentos de distracción actúan como un equilibrio mental, en el que nos desconectamos brevemente para poder recomponer nuestros pensamientos. Aunque no lo notemos, pasamos alrededor de 30 segundos al día en este estado, lo que equivale a más de 2 horas al año.
En definitiva, esos breves momentos en los que nos quedamos mirando un punto fijo son una forma natural de la mente de desconectar o procesar información de forma más tranquila.

El origen del año bisiesto
Cada cuatro años, el mes de febrero tiene un día adicional, convirtiéndose en un año bisiesto. Pero, ¿por qué ocurre esto? La razón es bastante sencilla: se trata de un ajuste en el calendario para corregir las diferencias con el año solar. Un año real tiene 365 días, 5 horas y 56 minutos, y como este tiempo no se contabiliza de forma exacta cada año, se suman esas horas extras al calendario cada cuatro años, añadiendo un día más al mes con menos días: febrero.
La idea de ajustar el calendario con años bisiestos fue introducida por Julio César. Cuando llegó a Egipto, observó que el calendario egipcio estaba mejor diseñado que el romano. Por eso, encargó al astrónomo Sosígenes de Alejandría la creación de un calendario más preciso. Así, en el 46 a.C., se implementó un nuevo calendario con 365 días, más un día adicional cada cuatro años para corregir el desfase.
Este año 46 a.C. se convirtió en el más largo de la historia, con 445 días, lo que se conoce como «annus confusionis» o «año de confusión». En principio, el calendario iba a tener 378 días, pero Julio César agregó 67 días adicionales repartidos entre noviembre y diciembre. Estos meses extra fueron denominados Intercalaris Prior e Intercalaris Posterior por Cicerón. Sin una razón exacta para añadir los 67 días, se especula que César intentaba alinear el calendario con el solsticio de invierno o hacer una separación entre el inicio del año romano (1 de marzo) y el nuevo inicio del año (1 de enero).
Pero, ¿por qué llamamos «bisiesto» al año con un día extra? En la época de Julio César, los romanos no usaban las fechas como hoy, sino que referían los días a eventos específicos, como las calendas, nonas e idus. El día 29 de febrero fue incorporado entre el 23 y 24 de febrero, y se le dio el nombre de «bis sextus dies ante calendas martias», que significa «segundo día sexto antes de las calendas de marzo». Así, el año que contenía ese día extra se llamó «bissextus» o «bisiesto».
Este sistema ha perdurado hasta hoy, corrigiendo las discrepancias entre el año calendario y el año solar, para que las estaciones del año se mantengan en su lugar.

¿Por qué no percibimos nuestro olor corporal?
Curiosamente, no hay dos personas en el mundo que huelan igual. Sin embargo, casi todos nos hemos preguntado alguna vez por qué no percibimos nuestro propio olor corporal. La respuesta tiene que ver con el increíble pero peculiar funcionamiento de nuestro sistema olfativo.
La doctora Pamela Dalton, psicóloga del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia (EE. UU.), explica que la nariz es un detector extraordinario de olores, capaz de identificar rápidamente nuevos y extraños aromas. Sin embargo, el sistema olfativo tiene un inconveniente: se cansa rápido. Con el tiempo, el cerebro empieza a filtrar como información innecesaria los olores que se repiten, como el de nuestro propio cuerpo.
Dalton realizó experimentos en los que, tras varias semanas de exposición a la misma fragancia (como ambientadores en un dormitorio), los participantes reportaron que ya no percibían el olor en su entorno, incluso cuando lo olían en un laboratorio. La explicación es que los receptores olfativos se saturan y, tras estar expuestos a un olor durante un tiempo, dejan de reaccionar a él.
Este fenómeno es único en el sentido del olfato, ya que, aunque otros sentidos como la vista o el oído también se adaptan, su recuperación es mucho más rápida. En cambio, para recuperar la sensibilidad al olor, los receptores olfativos pueden tardar semanas. Sin este proceso de regeneración, nuestra capacidad de oler se reduciría enormemente.
Este fenómeno, denominado «habituación olfativa», es también la razón por la que no podemos oler nuestro propio olor corporal. Aunque cambiemos nuestra rutina de higiene personal, nuestra nariz se acostumbra rápidamente a nuestros propios aromas. Y, dado que no podemos alejarnos de nuestro cuerpo, la sensibilidad olfativa no tiene la oportunidad de recuperarse.
Además, el cerebro también juega un papel clave. El nervio olfatorio recibe la información de los olores, pero el cerebro decide eclipsar el olor que ya conocemos, como el de nuestro cuerpo, para priorizar nuevos estímulos olfativos que pueden ser más relevantes para nuestra seguridad.
Este mecanismo también explica por qué, al entrar en un lugar con mal olor, inicialmente lo notamos, pero después de unos minutos nos acostumbramos y casi no lo percibimos. Lo mismo sucede con las colonias: después de años de uso, puede que pensemos que su fragancia ha disminuido, cuando en realidad es nuestra capacidad olfativa la que se ha adaptado.
En resumen, la falta de percepción de nuestro propio olor corporal es un fenómeno natural que nos ayuda a filtrar estímulos y concentrarnos en lo que realmente importa para nuestra seguridad.

¿A qué se debe la heterocromía?
La heterocromía es un rasgo bastante raro: 11 de cada 1,000 personas nacen con esta condición. Si alguna vez has visto a alguien con ojos de diferente color, probablemente te hayas preguntado qué causa este fenómeno tan peculiar. La respuesta está relacionada con la distribución y concentración de melanina, el pigmento que determina el color de los ojos.
Durante los primeros meses de vida, el color del iris se desarrolla a medida que los niveles de melanina aumentan en el ojo. Cuanto menor es la cantidad de melanina, más claros serán los ojos, mientras que una mayor concentración da lugar a ojos más oscuros. Sin embargo, en algunas personas, esta distribución no es uniforme, lo que da lugar a la heterocromía.
Existen varios tipos de heterocromía:
Heterocromía completa: Cada ojo tiene un color diferente, como un ojo azul y otro marrón.
Heterocromía central: El iris tiene varios colores, como un ojo con un anillo amarillo-marrón alrededor de la pupila, combinado con un tono más claro en el resto del iris.
Heterocromía sectorial: El iris tiene una pequeña porción de un color distinto al tono principal del ojo, creando un contraste dentro del mismo ojo.
Aunque la heterocromía no suele estar asociada a problemas de salud graves, puede ser una característica heredada. No obstante, en algunos casos, puede ser síntoma de trastornos genéticos hereditarios. Por ejemplo, la neurofibromatosis, una condición que afecta el sistema nervioso y causa tumores en el tejido nervioso, también puede provocar la formación de tumores dentro del ojo, lo que puede resultar en heterocromía.
En resumen, la heterocromía puede ser un rasgo completamente natural, pero en algunos casos, puede ser signo de una afección genética. Si bien es rara, esta variabilidad en el color de los ojos es lo que hace a las personas con heterocromía tan únicas.
